Cuarta y gol
Ganar sistemáticamente revela lo frágil de un sistema—desde un Tush Push hasta la oposición
Amenaza al sistema
Hay una jugada en la NFL que se ha vuelto tan efectiva, tan consistentemente rentable y frustrante para el resto de la liga, que el Comité de Competencia está considerando prohibirla. Me refiero al Tush Push de los Philadelphia Eagles, también conocido como el Brotherly Shove.
Los dedicados a este deporte han argumentado que prohibirlo es un tema de seguridad para los jugadores y de preservar la esencia del juego. Lo que yo veo en el fondo es que los Eagles han encontrado el edge más eficiente del deporte profesional actual: una jugada de —extremadamente—corto yardaje con una tasa de conversión que ronda el 90%, que minimiza la varianza, no depende excesivamente del talento individual, y se puede repetir bajo condiciones controladas. Me cuesta trabajo encontrar otra jugada o movimiento que tenga ese mismo valor esperado.

Y eso es lo más interesante. La NFL, como cualquier sistema competitivo, no está reaccionando bien a esta jugada. Su argumento es que el tush push no puede ser contrarrestado fácilmente porque no puedes generar un esquema para bloquearla, es decir, entrenar a tu defensa para detenerla consistentemente.1 Eso rompe una de las ficciones más convenientes del deporte profesional: la idea de que todos tienen una oportunidad si hacen bien las cosas.
Un campo de juego con reglas elásticas
Ese mismo tipo de disrupción se puede ver de manera cotidiana en la vida política, solo que con costos de capital más alto. Por ahora, un ejemplo clarísimo es el de la senadora Andrea Chávez, de Morena, que ha convertido un instrumento de gestión local —las unidades médicas móviles— en una jugada de contacto directo con su electorado, altamente visible, emocionalmente efectiva y difícil de defender sin pagar un costo reputacional.
En respuesta, el PAN, sin una ventaja competitiva real en esta temporada política, ha optado por denunciar esta jugada en Chihuahua, acusándola de “huachicol médico” y “lavado de dinero”. Suena fuerte. Pero suena también a desesperación táctica: si no puedes detener la jugada, trata de sacarla del reglamento.2 Aquí es donde la política se convierte en juego de teoría estratégica.
Mientras la oposición trata de apelar al árbitro—sin éxito—para señalar una falta, Morena sigue avanzando yardas, incluso cuando enfrenta fricciones internas.
Una de estas tensiones estuvo a todas luces la semana pasada, con el debate del desafuero de Cuauhtémoc Blanco. ¿Notaron cómo el PRI se autoexcluyó porque Alejandro Moreno enfrenta su propio proceso político? Simultáneamente, Ricardo Monreal aprovechó esta situación para contar con los votos suficientes en caso de que hubiera visto una jugada interna para explotar este edge por parte de su vicecoordinadora, Gabriela Jiménez. Eso es Expected Legislative Output optimizado.
Hay que entender bien el juego
El Tush Push es legal bajo las reglas actuales. Pero es tan fiable, que parece que va en contra del espíritu del juego. Y eso, históricamente, es una señal de que el sistema se va a resistir.
Es como dijo Ben Campbell, el personaje de Jim Sturgess en la película 21: no estábamos haciendo trampa, sólo entendíamos las probabilidades mejor que el casino. Pero bueno, eventualmente el casino los saca. No por romper las reglas, sino por quebrar el negocio.
Esta discusión, más si la dejamos en la arena política, suele tener argumentos de institucionalidad e incluso de equidad política. Puede ser acusada de peligrosa, o incluso, como se ha hecho costumbre, de ser contradictoria con los estándares morales de la Cuarta Transformación.
En realidad, si filtramos el ruido, el fondo del asunto es otro: se trata de un sesgo profundamente arraigado a favor del status quo. Una jugada que revela la asimetría real en una liga diseñada para parecer simétrica. Una grieta en la narrativa de la paridad.
Y eso revela un patrón peor: la oposición no capitaliza entusiasmo, solo se sostiene en el desgaste del otro. Pero si el rival todavía convierte el cuarto y uno, eso no basta. No puedes ganar el partido pidiendo que le quiten la jugada clave al contrario. Necesitas encontrar tu propio edge.
Paridad o status quo
Los Eagles, en lugar de gastar capital en talento explosivo, invirtieron en construir una jugada con valor esperado brutalmente alto, basada en la física, el apalancamiento y el timing. El Comité de Competencia de la NFL ahora enfrenta una disyuntiva estratégica: premiar la innovación táctica o proteger la ilusión de paridad.
Porque si esta jugada se prohíbe, no es porque sea injusta. Es porque funciona demasiado bien. Convierte uno de los escenarios más inciertos (tercera o cuarta y una) y llenos de expectativa, en casi una garantía. Y eso incomoda al sistema.
Imagínate si están haciendo esta jugada en tu campo, donde dominas el territorio y tienes ventaja de home field. Y llega el equipo visitante, hace Tush Push, y tu respuesta es que como están ganando demasiado seguido, están jugando mal. Están buscando castigar una ventaja. Eso no es paridad, es mediocridad.
Por más práctico que parezca, es una de las jugadas que más análisis de geometría aplicada necesita para tener un bloqueo efectivo.
Aquí hay una paradoja que el PAN no ha resuelto. No han logrado convertir a Chihuahua en un modelo aspiracional. Nadie dice “así se gobierna Chihuahua, así vamos a gobernar México”. Ni siquiera han logrado que la narrativa de la abundancia, si es que existe en Chihuahua, sea parte de una campaña cultural permanente. Si algo, parecen más empeñados en señalar las faltas del rival que en diseñar jugadas propias. En lugar de encontrar su propia Tush Push, siguen apelando al reglamento. Para eso tienen a Elías Lixa en San Lázaro.