El juego no terminó el domingo
La elección judicial abrió una ventana para medir ventaja, ajustar piezas y redefinir el terreno rumbo a 2027
El viernes pasado estuve en Petco Park viendo a San Diego ganarle el primer juego de la serie a Pittsburgh (2-1). Seguía el May Gray, los asientos estaban llenos pero tampoco agobiantes, y la cerveza sabía más a brisa que a estadio. Entre un robo de Manny Machado y un ánimo superfluo en las entradas de la mitad, me di cuenta de que ni los juegos de la MLB ni la temporada, que había sido medio condescendiente con los Padres, tienen un ritmo dominante.
Lo confirmé cuando un grupo del segundo nivel quiso empezar la mexicanísima ola, y un fan molesto gritó que se relajaran, que apenas iban ganando por una carrera. Ojo. Esto no es una observación sobre béisbol. Es sobre estructura narrativa.
Así como en política, hay momentos en que lo que parece importante apenas está probando ser relevante. Lo que llamamos contexto puede ser solo el pretexto. Y de pronto, viendo al venezolano Robert Suárez en el bullpen calentando el brazo y luego rompiendo plaza cuando se apagaron las luces del estadio, me cayó el veinte de lo que podría pasar y está pasando tras la elección judicial en México.
Jason Scavone, que escribe para Unabated, propone ver la MLB como tres temporadas distintas: (1) una ventana de variabilidad en abril y mayo; (2) una fase de estabilización de junio a agosto; y finalmente, (3) el caos asimétrico de septiembre. Aquí el que gana es el que sabe en dónde estamos parados. A diferencia del juego de pelota, después de la elección del pasado domingo hay un dilema que vale la pena plantear en la discusión pública:
¿Acabamos de cerrar la etapa de incertidumbre táctica o todavía estamos dentro de ella?
En las apuestas deportivas, la (1) ventana de variabilidad es ese tramo inicial donde la información es escasa, las condiciones inestables y los resultados tienen mucho ruido. En política, ese periodo coincide con momentos donde las reglas, o lo que quieren poner como nuevas reglas, apenas están probándose y cualquier movimiento puede tener outsized effects.
La (2) estabilización, en cambio, llega cuando ya hay líneas base. Las encuestas ya hacen más sentido, los actores se re-acomodan, y la volatilidad disminuye porque la narrativa dominante absorbe esta incertidumbre. En teoría esta era la promesa del Segundo Piso de la Cuarta Transformación, pero muchas dinámicas no han permitido esa estabilización.
Como en el béisbol, los equipos ya deberían estar alineados, las rotaciones definidas y el clima político un poco más predecible. Pero aquí los equipos siguen dando vueltas, no se asientan, y hasta las decisiones de Palacio parecen responder más a estímulos inmediatos que a un plan consolidado. La aparente calma es solo una pausa entre ajustes. La maquinaria institucional está encendida, pero aún no alcanza para el régimen que tanto han prometido.
El problema para el dilema en el que está México es que, tras la elección judicial, hay síntomas de ambas fases (1) y (2). La participación baja y el margen operativo del oficialismo sugieren que hay un reordenamiento en curso, pero no lo suficientemente maduro. Que Sheinbaum ya hable de ajustes para 2027 confirma que esta elección es un juego de adaptación. Entonces, ¿estamos entrando a una etapa más predecible o apenas se ven las primeras derivadas del cambio? Entender eso es clave para posicionarse en los próximos meses.
La participación del domingo fue baja, pero para nada vacía de significado. En los días posteriores a la elección han abundado interpretaciones que intentan leer la elección como un fracaso o incluso vacío de legitimidad. Pero he insistido durante semanas en que esta elección fue una apuesta para ajustar el sistema judicial desde adentro, con incentivos concretos para operadores específicos. Eso era lo que importaba.
No es novedad que desde Palacio ya se hablen de reglas nuevas para el próximo ciclo. Eso no se dice cuando se gana con margen, se dice cuando el costo-beneficio del proceso fue más justo de lo esperado. Incluso, existen patrones similares en el turnout electoral de la elección del año pasado que analizaremos en otro momento:
El problema, como siempre, está en pensar que los modelos ya están calibrados. Eso incluso me valió unas buenas mentadas de madre de la comunidad en X la semana pasada. La realidad es que todavía hay mucha humedad en el cemento. Durante las próximas semanas entraremos en un periodo que parece estabilización pero seguirá teniendo mucha volatilidad.
El Congreso está por tener dos periodos extraordinarios para tratar leyes pospuestas estratégicamente como desapariciones y telecomunicaciones, más una agenda de dictámenes que tienen fecha de vencimiento. Al mismo tiempo, la revisión del T-MEC será un disparador externo que podrá movilizar la narrativa nacionalista que le funcionó a Sheinbaum en el Zócalo en marzo. Hay antecedentes claros de cómo puede activar una reacción popular sin activar una crisis.
Los gobernadores, mientras tanto, empezarán a operar su propia microtemporada con las reglas para 2027. Veracruz es apenas el primer ejemplo de que la tensión en las alcaldías puede escalar a ajustes institucionales. En paralelo, septiembre traerá la reactivación completa del Congreso y la pugna por el presupuesto, el escenario ideal para que los verdaderos operadores del sistema midan su margen de maniobra.
Y eso sin contar los relevos en las mesas directivas del Congreso. Por ejemplo, quienes crean que el Senado será liderado por Andrea Chávez están leyendo las columnas, no el tablero.
Sheinbaum, por ahora, enfrenta una de las consecuencias clásicas de los mercados donde fluye poca información: necesita seguir generando confianza sin sobreexponerse, mostrar control sin anticipar demasiadas jugadas.
Por eso decir que todo es perfectible no es resignación, sino tomar ventaja. A esto podemos sumarle su decálogo en la convención de Morena.
Entre algunos operadores hay una expectativa de que este nuevo sistema judicial facilite la entrada de brokers que vengan a politizar aún más al Poder Judicial. Ese era en buena medida el objetivo, cooptar los mecanismos institucionales para abrir canales de cabildeo. El detalle es que el entorno no está tan equilibrado como le habría gustado a quien diseñó esta reforma.
También he escuchado muchas críticas sobre la ausencia de la oposición. Hay lecturas fatalistas que merecen toda la indignación que logren convocar, pero eso no cambia el hecho de que sí existe un electorado opositor, pero no hay nadie capaz de articularlo. Tal vez lo que tenemos que ver ahorita es que en un entorno donde la oposición ha decidido jugar sin cartas, lo más sensato es dejar que el mercado se estabilice por default.
Pero incluso eso tiene riesgos. Los mercados tienden a premiar a quienes reconocen que la certidumbre es una ilusión estadística. En escenarios como este, no gana quien adivina exactamente cuántas carreras van a anotar los Padres en la parte alta de la entrada número 7, sino quien entiende que puede haber varios desenlaces y se prepara para todos.
La elección judicial no fue un desastre ni una victoria, solo una entrada más. Y aunque algunos apresurados ya están viéndola como sentencia, lo cierto es que, al menos para fines de esta columna, el juego está en 2027.