Lanzar sin control
Lo que un wild-pitch puede enseñarle a Adán Augusto López sobre el fracaso
En poco más de tres semanas arranca la temporada de Mayor League Baseball. Es probable que sea todo, menos predecible. Las pocas líneas de apuesta que he visto repiten la Serie Mundial de 2024, con los Dodgers liderando la Liga Nacional con un 36% de probabilidad, mientras que los Yankees encabezan la Americana con un 23%. Esto significaría un reencuentro como el que vimos en la NFL, con Kansas† y Philadelphia–pero en el béisbol, estas improbabilidades son más frecuentes de lo que pensamos.
En los últimos años hemos visto jugadas de baja probabilidad, 1 en 100 millones, suceder. Incluso hemos visto a pitchers ganar partidos sin lanzar una sola bola. Como en 2009, cuando Allen Embree de los Rockies entró a la novena entrada con el juego empatado. Antes de soltar un solo pitcheo, sacó un pickoff en primera base y su equipo anotó la carrera del triunfo en la parte baja. Embree se llevó la victoria sin haber lanzado.
En política, también hay jugadores que ganan con jugadas como esta. Adán Augusto López es uno de ellos. Su paso por el Senado ha sido más parecido un pitcheo salvaje que un no-hitter: errático, impredecible y con más daño colateral que jugadas efectivas. Desde el inicio de la LXVI Legislatura, ha tirado fuerte, sin medir el riesgo de sus movimientos. Su operación para conseguir votos en la reforma judicial y su decisión de abrir la puerta a nuevos jugadores en Morena parecían jugadas maestras, pero la realidad es que han sido maniobras que han dejado más grietas que certezas. No está dominando el juego.
Alto riesgo
Si la política tuviera una tabla de probabilidades como el béisbol, la jugada de Adán Augusto en la reforma judicial habría estado en la columna de riesgos innecesarios con alta probabilidad de autodestrucción.
Morena arrancó la legislatura sin los votos suficientes para aprobar los cambios que buscaba, lo que exigía una operación quirúrgica y precisión matemática. En lugar de eso, López apostó por un Hail Mary legislativo: convencer a dos senadores del PRD y a Miguel Ángel Yunes Márquez, un panista, de votar a favor. La oferta—protección política e influencia en Morena—era atractiva, pero el problema con las jugadas desesperadas es que rara vez salen bien.1
El error no fue solo la apuesta en sí, sino la incapacidad de ajustar la estrategia en tiempo real. Los grandes operadores entienden que cada nueva información obliga a actualizar y recalibrar la decisión. Adán Augusto juega como si el resultado estuviera predeterminado. Su falta de control no es un desliz aislado; es un patrón recurrente. Así se vio en noviembre cuando maniobró para mantener a Rosario Piedra Ibarra al frente de la CNDH, y se agravó semanas después cuando, en una decisión innecesariamente confrontativa, retó a Ricardo Monreal, arriesgando su posición frente a la bancada.
En términos de béisbol, es como si hubiera intentado robar base sin asegurarse de que el corredor en tercera estuviera listo para correr. El resultado: un out forzado, una oportunidad desperdiciada y, lo más grave, una exposición innecesaria de su falta de timing político. En un juego que premia la anticipación y el cálculo fino, Adán Augusto sigue lanzando sin control, esperando que la suerte le arregle el marcador.
1 en 185 millones
El evento de afiliación de legisladores a Morena fue un espectáculo. En el Senado dejó ver en qué parte del proyecto se puede apoyar. En el caso de la afiliación de Yunes, Adán Augusto pareció haber logrado una victoria. En realidad, su táctica para anotar sin batear evidenció un mal cálculo de riesgo.
Durante el turnmoil de la adhesión de la familia Yunes, el Senado nombró a Miguel Ángel presidente de la Comisión de Hacienda. Para cualquier persona que entienda el valor de las señales, el mensaje fue claro. Pero el éxito se esfumó en el momento clave. La mayor afectada por la movida no fue Ochoa, sino Rocío Nahle, quien vio en esta maniobra una amenaza directa a su control sobre el partido en Veracruz y reaccionó con un bloqueo frontal a la integración de Yunes en las estructuras partidistas.
El béisbol enseña que el juego no solo se define en el campo, sino también en la grada. La historia del fan que atrapó tres bolas de foul en una sola entrada –1 en 185 millones–nos recuerda que, aunque improbable, el caos puede alinearse a favor de ciertos jugadores. Pero confiar en ello no es una estrategia, es una apuesta desesperada.
Este fue el backlash que recibió Adán Augusto, involucrando involuntariamente a la dirigencia nacional del partido y generando reacciones de la Presidencia de la República, e incluso de Monreal, que comprende el valor de un pitcheo suave y constante.
Que quede claro: anotar una carrera sin hacer contacto con la bola sigue siendo posible, pero el problema no es la jugada en sí, sino lo que ocurre después. Es un dilema de largo plazo.
Por ejemplo, en otra analogía: hace unos días, la NASA reveló nuevos cálculos sobre la probabilidad de que un meteorito impacte la Tierra. ¿Sería lo mismo si cayera en Siberia que en Manhattan? ¿O su impacto estaría condicionado por el contexto en el que aterriza? El terreno también importa.
El problema con la fragmentación potencial dentro de Morena no concluyó con la intervención de Rocío Nahle, sino que se extendió hasta la negociación de la votación de la reforma sobre el nepotismo en el Senado. En lugar de fortalecer al partido, la jugada de Adán dejó ver las amenazas a la cohesión interna que deja a Morena en una posición vulnerable frente a los jardines.
Desde el bullpen
El éxito no se mide por el resultado final, sino por el proceso. En este caso, Adán Augusto ha demostrado que su proceso de toma de decisiones no es sólido. Su patrón de juego es inconsistente, dependiente de factores externos y altamente riesgoso.
El Senador ha jugado como un lanzador que entra en la novena entrada con bases llenas y sin control sobre su bola rápida. Si las cosas terminan saliendo bien para él, será porque las probabilidades—como en el caso de la jugada más improbable en la historia del béisbol—sucedieron, no porque haya demostrado capacidad de maniobrar bajo presión.
En el contexto del juego, es importante entender que Morena se encuentra jugando contra sí mismo. Pero si quieren evitar el colapso de una parte del equipo, necesita operadores con la capacidad de ejecutar estrategias de bajo riesgo y alto impacto, no jugadores que confunden un error de cálculo con una jugada maestra.
Los pitchers abridores lanzan entre 85 y 100 pitcheos antes de ser relevados. Algunos equipos con estrategias más conservadoras los retiran cuando llegan a los 80, aunque históricamente los abridores lanzaban más de 120 o 130. Esto último es importante, porque seguramente alguien con una gran noción del juego está viéndolo.
La probabilidad de éxito era similar a atrapar una bola de foul dos veces seguidas en un estadio—un milagro estadístico que solo ha ocurrido una vez en la historia del béisbol, con una posibilidad de 1 en 10 millones.