El zig-zag judicial
Lo que aprendí viendo a los Knicks para entender cómo apostarle al nuevo Poder Judicial
Lo más importante de la elección judicial se va a escribir después del 1 de junio. Aunque insisten en compararla con ejercicios previos, ««como la consulta para enjuiciar expresidentes o la revocación de mandato»» este ejercicio no está en esa categoría. Esta elección es un ajuste dentro de una serie más larga y no un episodio aislado.
Si esto estuviera en Caliente.mx, ¿apostarías con base en las mismas condiciones de esas dos elecciones? Tal vez no. Pensarías en las condiciones del juego. En esta ocasión hay presiones gremiales muy importantes que están en el campo. Desde la CNTE impidiendo por primera vez en la historia la conferencia matutina, o negociaciones legislativas como la de las 40 horas que están condicionando apoyos. Todo esto distorsiona los incentivos.
Para entenderlo mejor, hay que entender este evento dentro de una secuencia. En ciencia política, los modelos más sólidos para calcular la participación no se basan en un juego, sino en toda la temporada. Las aproximaciones más clásicas revisan cuatro elecciones previas consecutivas, con control de contexto. El problema aquí es que esta es la primera elección judicial.
Por eso se ha vuelto fácil decir que es una elección atípica. Y si somos condescendientes, pueden tener razón. Están tratando de proyectar el clima con dos datos de abril y uno de octubre del año pasado. Yo mismo publiqué una columna donde comparé votar el 1 de junio con lanzar una moneda al aire. Asumí que la estrategia dominante era no participar, con el objetivo de minimizar el daño institucional. Me mantengo en lo dicho.
En los últimos días han aparecido señales que han dejado ver la naturalidad de este juego. Sucede en todas las elecciones donde hay apuestas altas. En contraste con la revocación de mandato o la consulta, esta vez si hay posiciones reales, con impacto en juzgados y decisiones locales. Esta urgencia está activando los incentivos.
Los abogados siempre han sido limitados en el terreno electoral. Sus modelos de proyección parecen de un Excel promedio. Toman la participación de la consulta, le suman la de la revocación, la dividen entre dos y apuestan a que por ahí va a estar la cifra. El problema es que este evento no es promedio. Es parte de una secuencia. Las redes que están acrtivas suelen aparecer en elecciones federales, no en ejercicios consultivos.1
No obstante, puede ser una elección más concurrida en estados con comicios locales, como Durango y Veracruz. Aunque esto tampoco quiere decir que se vaya a votar más por los cargos locales. En la política electorera, el costo del voto se encarece a medida que crecen las boletas. De manera informal, en una elección intermedia, cada voto puede costar hasta mil pesos cuando hay múltiples cargos en juego. Ahora imagínate cuando tienes enfrente un libro con cientos de candidaturas judiciales.
Si el Ejecutivo logra hacer su parte, veremos movilización de estructuras clásicas como el magisterio. También sindicatos que buscan mayor incidencia con el nuevo gobierno y operadores locales alineados con Morena. La jefa de Gobierno de la CDMX ofreció un millón de votos en la capital a través de la estructura de Morena. Delfina Gómez del Estado de México, incluso comprometió alrededor de un millón y medio de votos. Nada de esto es participación ciudadana, es un ajuste de sistema.
¿Y cómo se mide eso? ¿Cómo nos acercamos? Técnicamente si se puede modelar. Pero lamentablemente, no existe un mercado de predicción política en México. No hay líneas de probabilidad, ni plataformas parar comprar posiciones sobre curules, reformas o votaciones. Las elecciones siguen viéndose como opacidad estratégica, no como un mercado de información.
Y con todo, a los mexicanos nos encanta apostar. ¿Qué oficina no tiene una quiniela, una tanda o una proyección de quién podría ganar este domingo en el juego del América–Toluca? Solo que no lo hacemos en la política, porque creemos que no vale la pena apostar en un juego arreglado. Pero creo que es donde las apuestas tienen más valor, y ganar representa un mayor edge.
Este año, por primera vez, decidí seguir en serio los playoffs de la NBA. Siempre me ha parecido el mejor deporte para entender sistemas de alta variabilidad, intensidad, secuencia, ajustes. Lo que me sorprendió no solo fue lo físico, sino la lógica táctica de los entrenadores, y cómo reaccionan desde el pánico.
Eso me llevó a explorar los mercados de apuesta del basketball durante los playoffs. Particularmente, la serie de los Boston Celtics (2) contra los New York Knicks (3). Además de la narrativa del underdog, aprendí un principio que me ayudó a entender cómo el mercado observa las expectativas: la teoría del zig-zag.
Popularizada por Kirk Evans, uno de los analistas más respetados en el juego, la hipótesis es simple: el equipo que pierde un partido tiene mayor probabilidad de cubrir el spread en el siguiente porque cada derrota obliga a hacer ajustes drásticos. Se reduce la rotación, se alargan los minutos de las estrellas, se cambian esquemas.
La serie Celtics - Knicks me mostró cómo incluso el zig-zag puede fallar como regla estadística, pero mantenerse como intuición táctica. Los Knicks ganaron los dos primeros partidos, rompiendo la lógica de reacción. Pero luego Boston evitó el 0–3 con una paliza quirúrgica y volvió a explotar tras la lesión de una de sus estrellas.
Eso me hizo pensar que las elecciones previas a las generales de 2030 funcionan como una serie de playoffs. Los operadores no reaccionan al evento en sí, sino una cadena de ajustes, derrotas acumuladas y la urgencia política. La necesidad de control.
Con eso en mente, me hice la pregunta: si la elección judicial fuera un mercado de predicción, ¿qué condiciones permitirían que funcionara?
Existen al menos dos categorías generales que se deben cumplir para lograr entender la apuesta de esta elección:
I. Participantes con motivación y capacidad para apostar
Liquidez. En cualquier mercado debe haber recursos suficientes para ejercer presión. Aunque el INE ponga límites formales, los apoyos estructurales están movilizando gasto en territorio, operación política y negociaciones behind the scenes. No hay cash visible, pero sí capital político.
El apostador promedio. ¿Las personas que están apostando movilizando, saben lo que hacen? Seguramente sí. Este mercado está resultando ser un poco más sofisticado para el ciudadano promedio.
Estabilizadores. ¿Cómo se corrigen los precios que se pusieron mal al principio? Con agentes correctores. Pueden estar en las editoriales o en los gobiernos locales. La narrativa del no pasa nada ya está siendo ajustada. Algunos lo hacen por convicción; otros por supervivencia.
II. Condiciones estructurales del juego
Modelaje. ¿Se puede modelar y estimar el fenómeno con cierto rigor estadístico? Parcialmente. Existen desde retos técnicos para contar los votos en las nuevas divisiones geográficas, hasta la recolección de encuestas y datos abiertos sobre la intención judicial. Si existe un cruce de este tamaño, está reservado.
Iteración. ¿Es un evento repetible que permita aprendizaje y ajuste? Electoralmente sí. El problema es que no hay una serie previa directa, solo precedentes imperfectos que no operaron bajo las mismas condiciones.
Lo que se me hace más fascinante es que se cumplen muchas de las condiciones para un mercado funcional. Hay incentivos, operadores e información asimétrica. Pero seguimos creyendo que no se puede anticipar el resultado. Hay personas imaginando medias como si fuera una receta de cocina.
La realidad es que estamos frente a un juego diseñado, impulsado y ejecutado por los mismos actores que postularon el sistema. En una columna anterior, concluí que votar o no votar es irrelevante si no se entiende la dinámica política de fondo. Hoy reafirmo que para quien sigue este proceso con atención, la incertidumbre no debe confundirse con irrelevancia.
Así como con los Knicks, existe la posibilidad que el zig-zag termine beneficiando a los grupos que más se han fortalecido en los últimos años. Recordemos que las últimas elecciones federales sucedieron apenas hace un año, y estamos a dos de el juego de 2027.
Esto puede desatar una discusión más compleja de las redes políticas que han ido conformando desde el sexenio pasado. Por ejemplo, existe evidencia de facciones internas de Morena que se han consolidado gracias a estos ejercicios constantes de sacar a la ciudadanía a votar. Uno de los más notables es el de la Dip. Gabriela Jiménez de Morena, que hoy ocupa una vicecoordinación en el GP de la Cámara de Diputados.